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Campaigns & Elections: EL SILENCIO COMO ESTRATEGIA POLÍTICA

HE tenido el placer de volver a participar en la revista Campaigns & Elections. En esta ocasión hablamos del silencio como estrategia política. Una estrategia que España ha tenido la oportunidad de contemplar en el Partido Popular de cara a las elecciones autonómicas y municipales. El silencio para jugar al desgaste. De verdad, espero que os resulte interesante…

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Pág. 17. Número 18 Campaigns & Elections

Pág. 17. Número 18 Campaigns & Elections

EL SILENCIO COMO ESTRATEGIA POLÍTICA

España, una situación como cualquier otra en este país. Aquel día de abril de 2003, apareció el sol por el mismo lugar de siempre y la gente caminaba por las mismas calles mezcladas de sonrisas, de rutina y de los inevitables achaques de la vida. María no sospechaba que ese día cambiaría su vida por completo, no se podía imaginar que esa tarde recibiría la noticia que derrumbaría los pilares de su vida. La pena llegó sin pedir permiso, llamó a la casa de sus padres a las 18.30 h. porque sabía que ella estaría allí, con sus hijos. Llamó para desgarrar a toda una familia, para dejarla huérfana.

María tenía 34 años cuando Carlos se marchó de su vida. Seguramente él no decidió voluntariamente encaminarse hacia otra vida dejando a una niña de dos años, a un niño de ocho y a una mujer con la que había compartido casi 17 años.  Pero eso nunca lo sabremos… En aquel momento María no podía pensar, no quería salir, no quería ver ni imaginar, sencillamente no quería. Pero de algún lugar sacó la fuerza para decidir: “tengo que mirar hacia delante por mis hijos, por mi familia”. Sus hijos eran su droga, su única fuerza, su motivo por el que vivir y luchar. Sus padres y sus hermanas, el apoyo y el equilibro, el amor. María salió a la calle y contempló la luz del sol, cerró los ojos y dejó que el viento le acariciase el rostro mientras su mente se quedaba en blanco, mientras la preparaba para una nueva vida, la que ella pudiese forjar a partir de ahora.

Hoy María tiene 42 años y vive en un pueblecito de unos 6.000 habitantes en pleno corazón de España. Hoy su vida es otra, y sus hijos parece que también. Cada mañana se levanta muy temprano cuando aún los niños duermen. Su puesto de trabajo está a 160 kilómetros y hay que llegar a tiempo, pero no le da pereza el madrugar porque sabe que el trabajo pende de un hilo y puede volver al paro en cualquier momento. Hoy son 160 kilómetros, mañana pueden ser cinco, al otro 300, y al siguiente, quizás, puede que nada…  – Y 160 kilómetros es mejor que no hacerse ninguno- piensa. Se asea, se viste, desayuna un café rápido y arranca el coche. En el trayecto hace balance: – ¿dejé todo listo? La comida preparada para cuando los chicos vuelvan del cole a medio día, la ropa preparada, el bocata de la merienda, la cita con el profesor, la llamada al dentista… – Parece que está todo correcto, pero siempre se acuerda de algo puntual a lo largo del día, con lo que, la llamada de teléfono para comprobar, está casi asegurada.

Después de una jornada de trabajo, María vuelve a recorrer los 160 kilómetros para llegar a casa. Como cientos, miles de ciudadanos en este país, es mileurista (su salario no supera los 1.000 € al mes) y ha logrado tener una habilidad especial para hacer “encaje de bolillos” con el dinero. Tiene que llegarle para todo: sus hijos, la hipoteca, la cesta de la compra, las facturas, la gasolina, la letra del coche… Intenta mantener la cordura, ser buena administradora, buena trabajadora y buena madre a la vez. Pero es inevitable, en muchas ocasiones, no verse afectada por una mala noticia. Hace pocos meses recibió la negativa: no hay becas para los estudios, ni ayudas en material escolar para sus hijos. Además, este invierno algo más crudo que el de otros años, ha tenido que hacer frente al pago de 600 euros aproximadamente de calefacción. La luz no para de subir y la gasolina tampoco. Sabe que apretarse aún más el cinturón puede darle un respiro, pero no por mucho tiempo, porque apenas le llega para ahorrar al mes.

María reflexiona las posibles fórmulas que pueden dar con la solución. Pero sabe que la ecuación es complicada y que en pocos meses puede verse sin empleo. Sin empleo como más de 4 millones de personas en España…

El silencio ante la crisis económica

La situación de María es sólo un ejemplo más. Un ejemplo de millones en nuestro país. No cabe duda de que hay muchos más casos, incluso peores,  mucho peores, donde ciudadanos no tienen absolutamente nada, tampoco esperanzas. Familias rotas donde ningún miembro tiene empleo. Jóvenes que han perdido la ilusión por estudiar porque, además de no tener ayudas, cuando finalicen sus estudios no tendrán ninguna oportunidad laboral. Los más desfavorecidos pasarán a llamarse la clase abandonada. Las ayudas al sector primario se han olvidado o puede que nos hagan pensar que nunca existieron. Los autónomos se sienten los hijos engañados del padre. La precariedad está a la orden del día y la economía sumergida para sobrevivir, también.

La crisis económica se está convirtiendo en una huella imborrable para las personas que habitan en España. Una huella grabada a fuego desde que se levantan hasta que se acuestan. La desafección política se ha pronunciado entre la población, no por los mensajes de los políticos, sino por su actitud donde el “y tú más” ya no tiene cabida en el razonamiento ni en la coherencia ciudadana.

Una crisis económica heredada y con efecto dominó, sí, pero donde todas las críticas apuntan hacia un solo responsable, hacia un solo partido: el que hoy gobierna. Ante este panorama, ya hay políticos de la oposición que han elegido como mejor estrategia política el silencio.  Semana tras semana, en el Congreso de los Diputados, se debate el primer y segundo tema que más les preocupa a los ciudadanos: el paro y la situación económica. El tercero son los partidos políticos. El partido que Gobierna: se defiende. Los de la oposición, critican su gestión y dejan que el tema desgaste al líder. Quizás no sea el mejor ejemplo, pero es como si de un partido de fútbol se tratase donde el equipo que ya tiene ventaja, no quisiese arriesgarse a meter gol, dar toques de balón y dejar pasar el tiempo para ellos sería la mejor opción. Ni una jugada, sólo dejar pasar el tiempo…

El Partido Popular (PP), en estos momentos, tiene las encuestas a su favor y la sociedad está, cada vez, más descontenta por la precaria situación que estamos atravesando. A 15 días de las elecciones municipales y autonómicas, y a un año de las elecciones generales, la oposición en España ha optado por el silencio.

Si tú no comunicas, otros lo harán por ti

El silencio en periodismo (en radio y en televisión) es un recurso útil, en muchas ocasiones bello y emotivo, sensacional, y en otras tantas indispensable. Es útil, pero se vuelve inútil si se abusa de él. Como del silencio en política. Hay momento en los que si tú no comunicas y te mantienes prudente, otros lo harán por ti consiguiendo el efecto deseado para él, pero no para ti.

En agosto de 2010, España tuvo una crisis con Melilla. El Gobierno marroquí acusó a la policía española de malos tratos a los subsaharianos, una acusación extrema desmentida por el Ejecutivo del presidente del Gobierno español. Desde el Gobierno, quisieron resolver la crisis con acciones políticas y desde el consenso. Pero en comunicación, desde la prudencia. Esta prudencia comunicativa la aprovechó el Partido Popular desde el punto de vista del oportunismo: allí fue José María Aznar, ex presidente de España, Mariano Rajoy, líder del PP, y el portavoz Esteban González Pons. Aznar hizo declaraciones duras en contra del Gobierno socialista y subrayó  que el futuro de Melilla depende de que “se pase de la política entre el acoso y la dejadez, a una política de seriedad y decisión”. Y mientras él hablaba encendiendo a la opinión pública sobre la crisis en Melilla, el Gobierno, desde la prudencia, barajaba qué ministros podrían ser portavoces: Alfredo Pérez Rubalcaba, José Ángel Moratinos… En ese barajar de portavoces, habló ministro de Fomento, José Blanco, calificando la visita de Aznar como  de “deslealtad al Gobierno”.  Pero cuando habló, ya era tarde.

Esto demuestra que, en muchas ocasiones no se puede escoger el silencio como estrategia, sobre todo cuando se tiene algo que decir. Si uno no comunica, controlando así, la situación, otros lo harán por ti, desbordándola por completo. En esta ocasión, no cabe el silencio, sino la reacción anticipada. Si tienes algo que decir, comunícalo antes de que otros lo haga por ti.

Si tengo ventaja, silencio

Ahora bien, hay que comunicar siempre y cuando  se tenga algo que decir y ese algo te posicione en una situación de absoluta ventaja. Comunicar, siempre comunicar y defender argumentos. Sin embargo, puede pasar el caso contrario. Puede ocurrir que un partido político o un candidato en concreto opte por el silencio como estrategia. Si las encuestas le dan buenos resultados y hay temas espinosos que puedan magullar su imagen, o agitar los resultados cuantitativos, es mejor no comunicar cuando, desde la situación de que se parte, defenderse ante las críticas no es la mejor opción. Si se parte de una situación de ventaja, tu silencio puede desgastar al rival. Pero si se parte desde una situación de ventaja y un líder o un partido político se defiende ante temas gruesos que marcan la agenda del día sin tener muy clara la defensa por falta de proyecto y por falta de argumentos, en este sentido, se corre el riesgo de caer.

Dentro de 14 días, los ciudadanos en España visitarán las urnas. Allí elegirán a su representantes municipales y autonómicos. Ya ha arrancado la campaña electoral y en los discursos el tema principal es la crisis económica y el paro. Los temas que más le preocupan a los españoles. Todos quieren tocar la fibra sensible para dirigirse a todos los grupos de interés y a sus potenciales votantes.

En algunos casos a nivel municipal, habrá candidatos que no podrán utilizar el silencio, porque no les beneficiaría. En otros casos, deben hacerlo por falta de un proyecto o porque durante la última legislatura no ha habido una mejoría, como resultado de sus políticas, ni una apuesta contundente a escala autonómica o municipal. Este silencio se basa en pasar desapercibidos, en una comunicación neutral, escasa salida en los medios de comunicación, (y cuando se sale, que el tono de la noticia, sea el género que sea, sea positiva), respuestas simples a críticas por ese silencio, y afianzar con el contacto directo, face to face, y la comunicación online.

Cuando un candidato concreto utiliza el silencio como estrategia es porque quiere obtener un beneficio de ese silencio, pero puede que ese silencio le beneficie solo él. Por ese motivo, en muchas ocasiones, para no desgastar la imagen de un candidato, hay un equipo detrás “de lobos” que salen en su encuentro en debates televisivos, entrevistas o, simplemente hacen de su propio portavoz. La dudas que se plantean son, ¿debe responder el rival a esta nueva figura de equipo? ¿qué debe responder concretamente? ¿a quién debe dirigirse el rival cuando responde? ¿al portavoz? ¿a la candidata que tiene como rival directa? ¿o debe emplear también el silencio?

El silencio como estrategia política depende del contexto, del partido, del líder, de la situación de que se parte y también del clima en el que se actúe. Pero el silencio como estrategia sólo tiene un fin único, un único objetivo: que quien lo emplee, sea quien sea quien lo haga, le beneficie.