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Publicado en Campaigns & Elections, Nº 31, Ed. Enero – Febrero. Pág. 21

 

The best is yet to come

 El discurso de Obama tras su victoria electoral: palabras para mover al mundo

“Muchas gracias.

Hoy, más de 200 años después de que una antigua colonia se ganara el derecho a decidir su propio destino, la tarea de perfeccionar nuestra unión sigue adelante”

Un café caliente que huele a caramelo. Sentada en uno de esos sillones de “salón de casa del abuelo” en el Starbucks de la calle Serrano de Madrid. Sobre mis piernas, el ordenador en cuya pantalla se suceden decenas de frases y párrafos. Varios documentos que revisar. Mails que responder y clasificar. Sonrisas que compartir. Noticias negativas y humillantes que no paran de actualizarse en los periódicos en sus ediciones digitales. Mejor no ver la pantalla, mejor parar por un momento… y ver a través del cristal. ¿Crisis? ¿Elecciones? Tras ese cristal, la calle Serrano de Madrid. Ejecutivos embutidos en sus trajes y gabardinas andando de un lado a otro. Mujeres envueltas en sus abrigos de “piel mouton” con la cabeza estirada cubierta de maquillaje. Tacones que suenan al andar en la acera. Trabajadores que van y vienen. Los coches que arrancan con el semáforo en verde. Frenazos al ponerse en rojo. Bullicio. Tiendas decoradas ya en esta Navidad que cada año se adelanta: firmas de moda, relojerías, joyerías… vestidas con sus mejores galas para recibir ¿beneficios?

¿En qué mentira vivimos? – me pregunto. Bajo la mirada de nuevo hacia la pantalla del ordenador y leo titulares: una mujer se suicida en España porque iba a ser desahuciada, otros tantos suicidios en Grecia, corrución, ex presidentes de organizaciones de empresarios en la cárcel. Aumenta el desempleo: más gente a la calle, Bankia, Iberia, el periódico El País… Vuelvo a mirar hacia el cristal para divisar de nuevo la calle, para buscar la mentira entre esa gente que no para de cruzarse. Y la encuentro. En cada puerta de cada local, en cada esquina, en la boca del metro. Tirados en el suelo hay gente, andando hay gente, decenas en una misma calle pidiendo algo para poder comer.

 

Y suena una canción, Frank Sinatra, al otro lado del auricular: “The best is yet to come”

Out of the tree of life, I just picked me a plum

You came along and everything started to hum

Still it’s a real good bet, the best is yet to come

 

The best is yet to come, and wont that be fine

You think youve seen the sun, but you aint seen it shine

 

“Esta noche, en esta elección, vosotros, el pueblo estadounidense, nos habéis recordado que, aunque nuestro camino ha sido duro, aunque nuestro recorrido ha sido largo, nos hemos levantado, hemos recuperado nuestro rumbo, y sabemos, desde el fondo de nuestros corazones, que, para los Estados Unidos de América, LO MEJOR ESTÁ POR LLEGAR.”

¿Será cierto que lo mejor está por llegar? Obama alza su voz para movilizar. Por eso tiene éxito. Porque su estrategia, funciona. Es efectiva. Y medida. Por eso confundió con la pérdida de un primer debate en televisión. Y por eso volvió a ganarse la confianza en los segundos. Entre la crisis de la calle Serrano y el discurso de Obama hay palabras que mueven y esperanzas que faltan. Mientras una “sonrisa” gana elecciones, el silencio se apodera de los presidentes de otros países, como el español, generando la fórmula I+D+I en el sentir de su país: Incertidumbre, Desconfianza e Incoherencia.

El discurso de Obama tiene la forma de una montaña rusa. Compuesto de un “gracias” que enamora en la “introducción”. Y un “desarrollo” en el que no para de hacer partícipes a las personas a las que se lo está diciendo. Incorpora y saca a las personas en el discurso cual tiovivo que sube y baja. Él sabe que su público es su país, los Estados Unidos. Pero de igual modo sabe que a la misma hora hay miles de personas en Europa que han madrugado para encender su televisor, sus radios o sus ordenadores para oírle decir… “lo mejor está por llegar”. Sabe perfectamente que cuenta con miles de seguidores en todo el mundo. Y tiene la convicción de que con su triunfo no sólo gano Estados Unidos. De manera intangible, se ganó mucho más. Eso fue lo que se percibió.

“Y no sería el hombre que soy hoy sin la mujer que aceptó casarse conmigo hace 20 años. Lo voy a decir en público: Michelle, nunca te he querido tanto como en este momento. Me siento más orgulloso que nunca, viendo cómo se ha enamorado Estados Unidos de ti en tu papel de primera dama. Sasha y Malia, estáis convirtiéndoos ante nuestros ojos en dos jóvenes fuertes, listas y bellas, igual que vuestra madre. Estoy muy orgulloso de vosotras. Pero tengo que decir que, por ahora, un perro es suficiente.”

Gracias. Obama agradecido. Un tiovivo su discurso. Una montaña rusa. Pero no faltaron agradecimentos a su equipo, a su familia, la mención a su rival, Romney, al Vicepresidente Joe Biden, los voluntarios de la campaña, su equipo de nuevo, o como él mismo mencionó: todos sois mi familia.

“Sé que las campañas políticas, en ocasiones, pueden parecer poco importantes, incluso tontas. Y son carne de cañón para los cínicos que dicen que la política no es más que un enfrentamiento de egos o un territorio que se disputan grupos de intereses. Pero, si habéis tenido la oportunidad de hablar con las personas que han acudido a nuestros mítines y han hecho cola en el gimnasio de un instituto, o si habéis visto a los voluntarios que trabajaban hasta altas horas de la noche en una oficina de campaña en algún rincón remoto, habréis descubierto otra cosa.”

¿Las campañas son negativas? ¿Es la política negativa? ¿Podríamos decir que sí? Si preguntamos a cualquier periodista o político qué hay que hacer para ser líder de su partido o miembro del Congreso, o simplemente alcalde, nos responderán que pegarle un tiro al que esté al lado. El enemigo no es tu rival. El enemigo está en casa, dicen. Las campañas son carne de cañón, como dice Obama también. Pero en las campañas, sobre todo en la base de las campañas, encontramos a decenas, cientos, miles de personas que trabajan por propia voluntad porque creen que las cosas pueden ser distintas, que se pueden cambiar si uno se esfuerza y cree en ello. Jóvenes que apoyan a una u otra persona porque sienten que deben hacerlo, no ya por su futuro, sino también por su presente. Mujeres que creen que otra política es posible si perfilamos el camino más adecuado en pos de la igualdad y de los derechos. Mayores y ancianos que se siguen sintiendo vivos y desean participar como antaño. Si la política es un enfrentamiento de egos, es porque nosotros, toda la sociedad en general, hemos permitido que sea así. Si hay candidatos corruptos que salen elegidos una y otra vez, es porque nosotros hemos dejado que ocurra. Si nos dejamos engañar con programas banales, y mentiras arriesgadas, es porque nosotros lo hemos permitido. La sociedad manda, la política manda, no los políticos. No nos equivoquemos. Como bien ilustró la asesora Imma Aguilar en una ponencia en julio de 2012: “la gente ignora el poder que tiene”.

“Habréis oído la decisión en la voz de un joven organizador sobre el terreno que trabaja para pagarse la universidad y quiere garantizar que todos los jóvenes tengan la misma oportunidad. Habréis oído el orgullo en la voz de una voluntaria que iba puerta a puerta porque su hermano encontró trabajo, por fin… (…) Y cuando atravesamos tiempos difíciles, cuando tomamos grandes decisiones como país, es inevitable que se agiten las pasiones y surjan controversias.”

Fijaos, Obama habla de que se agitan las pasiones. No habla en tono negativo ni tampoco habla de descontento, ni desafección, ni desconfianza, ni falta de credibilidad. El cómo lo dice es muy importante. Y escogió el momento oportuno para incluir la palabra “pasión”.  ¿Daría lo mismo si Rajoy habla de que en España se han agitado las pasiones días después de los numerosos desahucios y suicidios de españoles con motivo de la crisis? ¿Tendría credibilidad Rajoy en España si habla de que se han agitado las pasiones en España y por eso hay manifestaciones cada día por diferentes motivos de reivindicación: sanidad, educación, huelgas generales..? No, no podría decirlo, porque ese “agite pasional” sería recibido como un insulto.

“Un país que esté a la altura de su legado como líder mundial en tecnología, descubrimiento e innovación, con todo el empleo de calidad y las nuevas empresas que se derivan de ellos.”

No. No mencionó la especulación. Tampoco la industria del ladrillo. Hablo del largo plazo fuera de oportunismos políticos a corto, aunque sea muy arriesgado en política. Hablo de investigar para ser competitivos. Esa fue su apuesta. ¿Lo mejor llega con apuestas así?

“Creemos en un Estados Unidos generoso, un Estados Unidos compasivo, un Estados Unidos tolerante, abierto a los sueños de una hija de inmigrantes que estudia en nuestras escuelas y jura fidelidad a nuestra bandera. Abierto a los sueños del chico de la parte sur de Chicago que ve que puede tener una vida más allá de la esquina más cercana. A los del hijo del ebanista de Carolina del Norte que quiere ser médico o científico, ingeniero o empresario, diplomático o incluso presidente; ese es el futuro al que aspiramos. Esa es la visión que compartimos. Esa es la dirección en la que debemos avanzar. Hacia allí debemos ir.”

Hablar de posiciones es también un mérito en este discurso. Hablamos de sociedades que crecen, no estratos que se rompen. Obama quiere captar la atención en esto también. Porque mientras otros países desean destrozar a las clases medias, otros quieren hacerlas más fuertes, potenciando la igualdad por encima de todo. Hay otros países que sienten que cuando el hijo del ebanista puede estudiar y ser médico o científico, le está quitando el puesto a un hijo de un “rico”. ¿Solución? Una educación más cara para que el hijo del ebanista siga siendo ebanista y no pueda optar a una educación de calidad ni a un puesto diferente al tradicional hereditario. Para que no se les rompan las clases en vez impulsar la igualdad justa, el procomún. ¿No pasa el progreso por unir fuerzas en vez de separarlas? ¿Cómo no iba a estar este mensaje en el discurso de Obama?

“Y, tanto si me habéis dado vuestro voto como si no, os he escuchado, he aprendido cosas de vosotros, y habéis hecho que sea mejor presidente. Con vuestras historias y vuestras luchas, regreso a la Casa Blanca más decidido y más inspirado que nunca sobre la tarea que nos aguarda y el futuro que tenemos por delante.”

Y… ¿por qué lo hace? Porque su discurso, implícito, lleva repetida una y otra vez las palabras “lo mejor está por llegar”. Él cree en eso, cree en lo que dice. Y por ello se produce algo tan sencillo, pero tan complicado, como la proyección de la credibilidad, la proyección de la confianza. Pero hay algo más. ¿Qué? La escucha. Ningún presidente podría ser presidente sin escuchar al pueblo. Podría decir que lo escucha, sí. Pero ninguna lograría serlo de verdad sin escucharlo… Y porque lo escucha, quiere hacerlo partícipe, activo de la política, no pasivo y receptor. Activo: “Pero eso no significa que vosotros hayáis terminado. El papel del ciudadano en nuestra democracia no acaba con el voto. Estados Unidos no se ha movido nunca en función de lo que otros pueden hacer por nosotros”. 

Ha quedado claro que los discursos de Obama tienen el poder de cambiar el mundo. Son palabras que mueven montañas. No es una ilusión. Ni un archivo en mp3 que podemos escuchar atentos mientras sujetamos el corazón con la mano cuando nos encontremos rezagados. No. Las palabras de Obama conectan, emocionan y movilizan. Y eso es lo que las hace únicas.

“Y lo vi el otro día, en Mentor, Ohio, donde un padre contó la historia de su hija de ocho años, cuya larga batalla contra la leucemia habría arruinado a su familia… (…) Tuve ocasión de hablar con su padre y de conocer a esa increíble niña. Y, cuando el padre contó su historia a la multitud que le escuchaba, todos los padres del público teníamos los ojos llenos de lágrimas, porque sabíamos que su hija podía ser una de las nuestras”.

Storytelling, el recurso, quizás, más utilizado en la campaña electoral de Obama. El contar una historia, historias… Ejemplificar  una y otra vez con hechos, casos reales. Contarlos. Conectar con ello. Mostrar la realidad, su realidad, su familia, su abuelo, su abuela, su esposa, sus hijas y… también su perro. Narrar la historia de su país para convertirla en su  motivo de trabajo. Y en pequeñas frases en su discurso, no deja de incorporar palabras carentes de silencios y llenas de exclamaciones, palabras positivas: amor, generosidad… Modulando la melodía, un tono adecuado, un encaje casi perfecto. Y… lágrimas. Como las que le dedicó a su equipo cuando se emocionó, porque las lágrimas también son política: acompañan al candidato, lo hacen más cercano, muestra lo más sensible de él, lo que más les duele, lo que más les llena y emotiva, y lo que menos también. Siempre que ese llanto sea, por supuesto, sincero y sentido en el momento. Obama estaba orgulloso. Y agradecido. Y lo sentía. Sencillamente…: cuatro años más.

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Publicado en el periódico EL PAÍS (26 de enero de 2013)

El presidente Lincoln, en su discurso inaugural de 1861, dijo que “nada se perdía por exceso de reflexión”. Eso mismo le pedía al pueblo, reflexión. Obama parece no pedir la reflexión, sino inspirarla. Esa es la gran diferencia, quizás con muchos presidentes. Obama es una persona que inspira. Y por eso triunfa. Por su forma y su fondo sabemos que representa a la gran mayoría del electorado americano. Ha medido al milímetro su campaña, su mensaje, sus discursos, sus gestos, toda su comunicación. Innova e inspira a la innovación. Hace fácil lo difícil porque entiende lo que ocurre fuera de los muros de la Casa Blanca. Escucha, y parece entender lo que escucha. Ahí radica su éxito.

Quizás en España no entendamos el porqué de tanta imagen en compañía de su esposa, de sus hijas… Si nos paramos un segundo a escuchar las palabras de Obama en cada discurso, nos daríamos cuenta de que él menciona e invoca siempre la unidad y a la unidad. El cambio en su conjunto, como país, pasa por un compromiso mutuo, por un trabajo de todos. Y así lo dijo en su primer discurso inaugural: “A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y empezar a trabajar para reconstruir Estados Unidos”.

Todas las fotografías que hemos podido ver de Obama hechas por su fotógrafo Pete Souza son política. Y cada una de ellas emite un mensaje claro adaptado al contexto de Estados Unidos y de las necesidades de sus gentes. Eso se percibe como electorado. Obama arropado por su mujer y su familia, traslada unidad, confianza, cariño. No está solo en esto. La imagen familiar es un símbolo para Estados Unidos. Michelle es una líder que apoya a su marido y seguramente leamos en su rostro amor, respeto y algo muy importante, admiración, como también percibimos qué siente Obama por ella. ¿Y qué padre no cuida de sus hijos? Shasha y Malia nos han hecho conocer al padre emotivo, cariñoso y sincero. Hemos podido ver una Casa Blanca convertida en un hogar con perro que ha querido acercarse a cada una de las casas de los Estados Unidos. Su familia forma parte de su relato, de su historia, y de la historia de su país. Él llega, se quita la chaqueta, se remanga y empieza a trabajar. Él implica a la gente en ese “trabajo” y la emociona. Y emocionar, con una imagen, también es política.

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Publicado en Sesión De Control (19 de enero de 2013)

Hubo muchas similitudes entre el discurso que hicieron Lincoln y Obama al ser nombrados presidentes. Ahora que Lincoln ocupa las salas de cine, Obama prepara su segundo discurso de investidura.

En plena emoción por el esperado estreno de la película ‘Lincoln‘ y por el discurso de Barack Obama en su nueva toma de posesión, parece descabellado hacer una comparativa entre el discurso que ofreció este viejo presidente el 4 de marzo de 1861 y el que pudimos oír de Obama el pasado 20 de enero de 2009. Ambos son dos textos inaugurales, dos tomas de posesión. Pero no es tan descabellado si los miramos con lupa, si intentamos entender el porqué de esas palabras en momentos tan oportunos.

El primero incitando al cambio, el segundo también. El primero republicano, el segundo demócrata. El primero con un objetivo nacional, el segundo nacional pero más internacional. Y ambos con el fin de acercarse al pueblo dos presidentes capaces de ponerse a prueba en momentos podríamos decir… ¿críticos?

Si el primer discurso de Abraham Lincoln estaba enfocado hacia la “advertencia en positivo” de que él estaría a favor de la paz y no la guerra con aquellos Estados que no lo aceptasen, el discurso de Barack Obama estaba enfocado hacia la ilusión de un nuevo momento en el que apostaba por y para todos, tanto para los que lo apoyaron como para los que no.

Las palabras del primer discurso pueden parecer positivistas y rectas conforme a la Ley, las del discurso de Obama intangibles y cercanas conforme a la necesidad ansiosa del ciudadano. Pero los dos mantienen un quinteto de elementos en común y casi con la misma estructura: referencia al pasado y orgullo por su país, recuerdo a los anteriores presidentes, mención del problema presente, visión de futuro y advertencia de su capacidad.

Pasado, orgullo y recuerdo

Ambos presidentes mencionan la palabra “prudencia”, y con prudencia empezaron su discurso aludiendo los dos al pasado, esa historia de los Estados Unidos que, aunque breve, ha tenido gran relevancia en la política internacional. Obama se muestra “conocedor de los sacrificios que hicieron nuestros antepasados”. Lincoln, que forma parte de esos antepasados, empezó relatando que quería cumplir con “una costumbre tan antigua como el gobierno mismo”. Con él se cerraba una era de divisiones para empezar a unificar ideales y objetivos. Necesitaba del pasado para hacerlo. “Unión”, apelaba. Como unión también quería el presidente Obama. Palabras que se repiten en ambos discursos.

El recuerdo de los anteriores presidentes es algo que está implícito en la política americana. Esto es lo que dijo Obama en 2009:

“Son ya 44 los estadounidenses que han prestado juramento como presidentes. Lo han hecho durante mareas de prosperidad y en aguas pacíficas y tranquilas”

Esto fue lo que dijo el presidente Lincoln:

“Setenta y dos años hace que tomó posesión el primer presidente bajo nuestra Constitución nacional. Durante este período, quince presidentes distintos, todos ciudadanos tan distinguidos como ilustres, han representado al poder ejecutivo del Gobierno a través de muchos peligros, pero siempre con feliz éxito”

¿No se parecen en algo 152 años después?

La capacidad para el presente y el futuro

Los dos presidentes tenían un problema presente. Y porque creyeron en su capacidad, esperaban otro futuro. Lincoln anunció las diferencias entre los Estados, los que lo apoyaban y los que no, y lo que podía ocurrir con aquellos que no lo apoyaban. Podía haber guerra, pero él quería paz. Lo hizo aludiendo siempre a la Constitución como la salvaguarda del Estado. De hecho es la segunda palabra que más se repite en su discurso, hasta 14 veces la menciona.  La primera que más repite es “unión”.

Se presentó con un:

“Entro en el desempeño de mis elevadas funciones con tanta desconfianza como temor de que me falten las fuerzas necesarias en la situación presente”

Mientras, Obama eligió estas palabras:

“Ya sé que hay quienes ponen en duda la dimensión de mis ambiciones. (…) Tienen mala memoria. Porque se han olvidado de lo que ya ha hecho este país, de lo que los hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación se une a un propósito común y la necesidad al valor”

Él, a diferencia de Lincoln, escoge la “esperanza” por encima del “temor”. Y también menciona “unidos”, hasta nueve veces. La diferencia entre ambos es que Lincoln confiaba en la Constitución como elemento protector, mientras que Obama lo hacía en el “padre”, palabra que repite hasta en cinco ocasiones. Y a partir de ahí, empezar a hacer, en el discurso de Obama.

“A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y empezar a trabajar para reconstruir Estados Unidos”

¿Qué dirá el próximo 20 de enero?

Los dos se ponen a prueba en ese futuro inmediato y ponen en manos del pueblo esa vigilanciade la que nos habla el asesor de comunicación, Antoni Gutiérrez-Rubí. ’Vigiladme’, piden. No es de hoy reconocer el poder del pueblo. Ya en 1860 Lincoln advirtió de ese poder en pleno momento de esclavitud:

“Mientras que el pueblo vigile y sea virtuoso, ninguna administración, por mala que sea, podrá perjudicar gravemente al gobierno ni al país en el corto espacio de cuatro años (…)

Nada se pierde por exceso de reflexión”

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