De Cerca
El pasado jueves, 8 de febrero, participé en un coloquio junto a Carlos Hidalgo, Angélica Rubio, Ángela González y moderado por Marta Bernardo. Nos invitó «Pensando Alcorcón».
Y, bajo ese título, dividí mi exposición en seis puntos. Puntos cargados de obviedades que a veces se nos olvidan, pero que son imprescindibles repensar a diario para aquellos que, cada día, nos enfrentamos a la labor de la comunicación.
1/ Repensar dónde estamos.
2/ Repensar que ahora, lo normal, resulta ser extraordinario.
3/ Repensar que la propaganda no es comunicación.
4/ Repensar el poder de la influencia (y el daño que se le hace a la opinión pública).
5/ Repensar si sabemos escuchar (todavía).
6/ Repensar si estamos representados.
No pasaré a desarrollar cada uno de los puntos de los que hablé, pero sí compartiré una conclusión:
-Somos conscientes del poder de la comunicación y de lo que es capaz de conseguir, por eso a veces se le teme tanto. Por eso a veces, también se utiliza mal consiguiendo resultados nefasto y poco beneficiosos para la sociedad. Alimentar la ignorancia y manipular siempre tendrán las mismas víctimas: el pueblo.
-Si aceptamos qué está ocurriendo llegaremos a la conclusión de que NOS necesitamos.
-Las campañas las ganan los equipos. El/La candidata es parte del equipo, ojo. Y para ganar una campaña electoral es vital que coincidan una serie de factores: un buen equipo, el/la candidata, el contexto y un discurso que conecte con el sentir de la mayoría social. Necesitamos que nos exciten.
-Los ciclos políticos son ciclos económicos. Como he compartido en varias ocasiones, se llama ciclo político a la política económica que escogen los gobiernos previo a una campaña electoral. Pero… ¿entonces nunca ganaría la izquierda? En absoluto. Ganó, debe ganar y ganaría. Centrémonos en España. Les invito a que lean entre líneas los discursos desde Felipe González pasando por Julio Anguita, José Luis Rodríguez Zapatero, Gaspar Llamazares, Alfredo Pérez Rubalcaba, Alberto Garzón o Pablo Iglesias. Los de arriba y los de abajo nunca fue un discurso social. Era necesario ilustrar dónde estás tú y para demostrarte quién realmente tiene el poder (económico).