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De Cerca

Grayling y Hilton Madrid me invitaron el pasado 8 de marzo a una mesa para hablar de mujeres y liderazgo junto a Lucía Chavarri, Inmaculada Herranz, Claudia Mitogo y María Kindelán

En mi exposición, traté de abarcar diferentes puntos de vista a partir de las preguntas que surgieron por parte de Grayling y del público. Abordé la presencia femenina y de cómo ésta debe convertirse en un himno para la transformación social; hablé de ese pecado mortal del que hablaba Clara Campoamor por el mero hecho de ser mujer; traté las oportunidades que dar a todas las mujeres vengan de dónde vengan; compartí que no podemos tener representantes públicos que desconozcan la lucha de las mujeres por la igualdad a lo largo, sobre todo, de los dos últimos siglos; compartí que no podemos no pedir justicia y mantener la base de la desigualdad porque esto quebraría el funcionamiento de una democracia por la que, en parte, nos sentimos orgullosos. Hablé del cansancio acumulado: cansadas de aguantar, cansadas de tanta necedad, cansadas de tanta violencia y tanto insulto. Cansadas de tener miedo.

Estamos cansadas de que el poder todavía lo ostenten los hombres. Cansadas de ser conscientes de que las mujeres tienen más limitada su entrada a la política, de que los hombres no quieren repartir el poder, no quieren que subamos escalones si no es sobre el manto de su influencia.

«Ser mujer y tener miedo es no ser nada», que diría Ana María Pérez del Campo. Por eso, hacer justicia es participar para que se consiga. 

¿Barreras?
La principal barrera es el miedo, para acceder, para tener una oportunidad. En mi caso, la principal barrera ha sido crecer y hacerme adulta en plena crisis, bajo el halo del pesimismo, bajo la imposición del no se puede, no hay hueco, no hay oportunidades. Las oportunidades hay que incitarlas. Y, para ello, actitud y compromiso. «Que no te acobarden y sé valiente porque sólo los valientes salen adelante», me dijo mi padre un día. 

¿Para promover a otras mujeres?
Queremos mujeres seguras, políticas valientes, mujeres líderes. Queremos mujeres que quieran aprender, que quieran estar preparadas, que estén convencidas de que son la transformación que el mundo necesita. 

¿Un referente?
El resto de compañeras ponentes citaron a científicas o mujeres referentes en el ámbito de la restauración. Aunque podría haber dicho Clara Campoamor, Mary Nash, Soledad Galledo-Díaz u Oriana Falacci, lo cierto es que mi referente es mi madre, con sus aciertos y con sus errores. Mi madre, activista y feminista que cometió el error de enseñarnos antes a limpiar que a leer, la que te dice que no eres una mujer completa si no sabes cocinar. Y esa mujer que ha sabido rectificar. Mi madre, esa mujer que ha luchado toda una vida por sacar adelante a sus cuatro hijas y convertirse en conductora de autobús para darnos de comer. Esa mujer que sólo tenía una falda que por la noche lavaba y tendía para podérsela poner al día siguiente. «Hija, tú estudia, que no te podemos dar otra cosa», mi madre. 

¿Consejos a las mujeres que vendrán?
Valentía. Que hagan caso a sus pasiones porque las cosas que se hacen con pasión nunca pueden salir mal. Que denuncien si hay que denunciar. Que su seguridad venza al miedo. Que se formen y pidan ayuda. Que no se conformen. Que crean en aquello que mejor saben hacer. Que tomen decisiones, sobre todo la decisión de qué desean hacer y hasta dónde quieren llegar. Que ayuden a erradicar el narcisismo de aquellos hombres que creen tener el poder y pisan cualquier oportunidad para las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Que se unan: unidad, unidad, unidad. 

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