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Publicado en Sesión De Control (15 de febrero de 2013)

Un discurso anticlerical ha imperado en el ambiente a lo largo de estos últimos años. Luchar en contra de él no es una tarea fácil y Benedicto XVI lo sabe: “Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras”. Este será uno de los retos del próximo Papa.

Vista de la Plaza de San Pedro en el Vaticano (Fuente: Wikipedia)

Nadie ha discutido a través de los años el poder del clero a nivel político y social, y las relaciones que tenían con las monarquías. Sin embargo, siempre ha habido fuerzas que han intentado derribarlo. Existieron herramientas que tumbasen su autoridad o la tarea política que desempeñaban. Muchos, al intentarlo, pagaron con su vida.

Pero ha habido estrategias políticas a partir de la emisión de discursos que lo han intentado. El discurso anticlerical de la II República en España, por ejemplo, fue una estrategia contra la monarquía, el castigo que debía sufrir por el desastre colonial. Los republicanos encontraron en el anticlericalismo un motivo de posicionamiento y, por lo tanto, empezaron a emitir el “lastre que representaba la Iglesia para el resurgir de España como nación”, tal como demuestra la investigadora Mª Pilar Salomón Chéliz.

La II República, punto de fricción anticlericalista

Pocas semanas después de la II República, la prensa más radical ensombrecía sus páginas con la amenaza que suponía la Iglesia para la nueva nación que se levantaba. Tal cual cuenta Salomón en su estudio:

La Monarquía no respondía a las necesidades de la patria, víctima de los malos gobiernos; sólo la República, encarnación del pueblo y conocedora de sus problemas, garantizaría el resurgiemiento de España y la salida de la crisis en que la había sumido la Monarquía. El momento parecía oportuno, pues, para tratar de movilizar la conciencia nacional de los españoles a favor de un cambio de régimen

Los republicanos achacaban en la prensa que la decadencia de España sólo era culpa de la Iglesia. Además, también advertían de lo que podían sufrir los niños si se educaban en manos clericales: “Les acusaban de fanatizar a los niños, de volverlos carlistas, de afeminarlos y de convertirles en cobardes y enemigos del pueblo en que habían nacido”, dice Salomón. No podían consentir que los “ministros de la Iglesia” fuesen los mismos ministros que gobernaban España.

Y llegó Benedicto XVI

Después de una II República, vino una Guerra Civil y, con ella, y una larga dictadura, un discurso totalmente clerical. Después vino la ansiada democracia a España y la libertad de pensamiento. Según el último barómetro del CIS de enero, los españoles son católicos en un 73,1% de los casos. Muy católicos, sí, pero con otras cosas que hacer antes que ir a misa. El 58,5% de los españoles casi nunca va. Y tan sólo el 2,2% de la población va varias veces a la semana.

En el año 2010 el Papa visitó España y Barcelona se engalanó para recibirlo defendiendo la laicidad. Como declararon algunos, les pareció “una vergüenza que se destine dinero público a sufragar la visita del jefe de un Estado totalitario”.

Desde julio a noviembre de 2010, la plataforma ‘Jo no t’espero’ trabajó para unir a 10.000 personas en la plaza de Sant Jaume. Lo más destacado quizás, por la repercusión en medios de comunicación, fue el “beso colectivo” por parte del colectivo homosexual: “Morreos para recibir al Papa”, titularon los medios. Esto que ocurrió en Barcelona también fue un discurso anticlerical, pero adaptado a los canales y a los medios del siglo XXI: movilizaciones a través de las redes sociales, activismo, artivismo…

Después llegó la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid en agosto de 2011: de nuevo la representatividad católica entre los más jóvenes. Y, como colofón, la inesperada renuncia de Benedicto XVI. El representante de Dios en la tierra no puede más. Está vencido por la salud, por el Vaticano, por la filtración de sus documentos privados, por la incapacidad para luchar contra la pederastia que durante años se ha ocultado.

El 28 de febrero a las 20:00 horas, Roma quedará huérfana. Veremos cómo será el discurso del nuevo Papa.

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