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De Cerca

Conocí a Quim Fábregas como se conocen las personas que comparten pasión por lo que hacen. Lo conocí en Ecuador y a través de compañeras de profesión en mitad de un terremoto que devastó toda la costa de un país que era el nuestro. Sus fotografías sólo son una parte de lo que este fotógrafo es capaz de ver para que nosotros veamos. 

Y con Quim Fábregas colaboro en varios proyectos que tienen como objetivo ver y observar para transformar las vidas de cientos de personas en diferentes países, como Gambia o Senegal. 

Uno de esos proyectos es SENTIRLAS. Junto a Fátima Martínez recorrimos diferentes comunidades en Gambia, como Amdalai o Tumani Tenda, y entrevistamos a diversas mujeres con el fin de conocerlas más para acercárselas a ustedes a través de la palabra, mientras Quim Fábregas fotografía sus vidas, sus rostros, su papel en el mundo. El resultado fue extraordinario. A través de los viajes de Quim Fábregas y de cientos de viajeras y viajeros que han ido con él se ha logrado cambiar un poquito sus vidas. A través de nuestro trabajo, logramos acercar conocimiento y logramos que, tanto África como estas mujeres, tengan un protagonismo visible en el mundo occidental.

En Pineda, SENTIRLAS tuvo su primera exposición fotográfica. Escribí sobre las vidas de estas mujeres en Gambia. Ahora, esta exposición recorrerá otras partes del mundo:

17 mayo en Lima – Peru
22 mayo en Rosario – Argentina
25 de mayo Buenos Aires – Argentina 
30 de mayo en Santiago de Chile – Chile.

Documento completo de la exposición (catalán)

Documento completo de la exposición (castellano)

 

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Hoy se celebra el día de las escritorasLibros.com me pidió que escribiera algo así como mi experiencia… 
Esto me salió…

Aspirar. Inspirar. Suspirar… 
Para algunas personas es el aire que respiramos, la piel que habitamos, los ojos que ven para no caer. Para que tú no caigas. Cada palabra nueva es una bocanada de aliento que penetra el alma, vital, y tan necesaria para seguir caminando. 
Respirar…
Dejar de escribir a veces resulta un suicidio consentido. Un «no» del otro puede significar la muerte del que crea para vivir. Qué difícil hacer entender que son letras lo que corren por las venas. 
Vivir…
Porque vivimos, somos. Porque vivimos, contamos. Porque vivimos, escribimos. Porque escribir es coser con puntadas nuestra historia. Porque no quiero que el negocio me robe la oportunidad de ser, decontar, de escribir. De vivir. De que tú vivas, que sepas, que sientas, que mates lo que no debe ser.
No…
Llevo escuchando «no» toda mi carrera profesional. Es prácticamente imposible comer de la pasión. Me crié bajo el halo del pesimismo. Estudié bajo la bruma de lo imposible. Me he hecho adulta y vivo en una crisis económica continua que todo lo nubla. Si he podido escribir y publicar es gracias a que las puertas me las cerraron. Me las siguen cerrando. No me rendiré. Eso ha hecho que piense más, también más rápido. Opto por poner un pie atrás, coger impulso y saltar por la ventana. 
Seguir…
Escribo porque nació así mi persona y mi conciencia. Por responsabilidad. Escribo para que tú sepas lo que no sabes y debes saber para que todo sea. Escribo para ser y no morir. Escribo porque la pasión me inunda cuando escribo. Escribo porque necesito sentirla. Escribo para que tú la sientas. Escribo para que la ignorancia no sea. Escribo para sacudir conciencias. Escribo para que la sacudida de la realidad cambie al mundo. Escribo por responsabilidad. 
Sigo cogiendo impulso para saltar por la ventana.

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Publicado en El Telégrafo de Ecuador el 13 de enero de 2016

El reconocimiento tardío bien podría ser un género literario, o quizás periodístico. En cualquier caso, podría ser un género que englobara aquellos textos destinados a reconocer a personas cuyas vidas pasaron desapercibidas para el máximo común de unos mortales más enfrascados en la crítica, la curiosidad, las banalidades de la vida y sus ansiedades, como escribió una vez el periodista Juan Cruz, en querer ver lo que no está a nuestro alcance, ser felices o completos en función de lo que nunca hemos tenido. Hay personas que marcan un antes y un después en la ciencia, la cultura, el arte, la política, la música, el periodismo, la escritura… Recién y de manera más presente miles de personas rinden homenaje a un David Bowie que ha fallecido a los 69 años, sólo que, a diferencia de otros, Bowie ha sido muy reconocido en vida.

El reconocimiento tardío poco tiene que ver con ese llamado Renacimiento Tardío en alusión al Bajo Renacimiento también marcado por la belleza del arte aunque no alcanzara la máxima definición de su esplendor o la localización temporal de su ocurrencia. ¿Saben? Las palabras también son un arte en función de su tratamiento y la belleza con la que se dibujen. Podría decirse que María Moliner, esa bibliotecaria que imaginaba palabras, que escribió sola, durante quince años, palabra por palabra, el diccionario más completo, útil y divertido de la lengua española, tuvo su reconocimiento tardío, como tantas y tantas mujeres en el mundo. Según contara hace unos años la filóloga Inés Fernández-Ordóñez a la periodista Beatriz García, “la publicación del diccionario fue un bombazo en su momento. Tuvo muchísima repercusión en la prensa y entre los escritores, no recibió el reconocimiento académico, pero sí el del público y de la gente de letras”. ¿Quién se acuerda hoy?

Además, ¿en verdad hay pocas científicas y tecnólogas? ¿Por qué hay tanta diferencia entre el conocimiento y el reconocimiento, la presencia y la evidencia, la visibilidad y el posicionamiento? ¿Por qué cuesta tanto contar quiénes y cómo?

Sevetlana Alexiévich es la periodista y escritora bielorrusa –en lengua rusa- que ganó el Premio Nobel de Literatura en 2015. Es periodista, y hace periodismo. Ella ha trabajado de manera incansable para que a muchas personas que lo merecen no les llegue un reconocimiento tardío, y ese es el caso de las mujeres. Especialmente de las mujeres que participaron en el centro de la II Guerra Mundial y que combatieron en el Ejército Rojo cuando los alemanes entraron en su país. Mujeres soviéticas. Publicó “La guerra no tiene rostro de mujer” en 1985 y en 2015 lo hemos podido encontrar en español por la editorial Debate. Un libro, dicen también, que ha sido el que la hizo ganar el Nobel. Un libro conmovedor que da voz a las protagonistas también de una época y de un periodo de nuestra historia. Protagonistas que también fueron las que construyeron con sus hazañas la historia.

La guerra también tiene rostro de mujer. Muchas mujeres que estuvieron en el frente han querido olvidar. No son las esposas de quiénes se marcharon a luchar, o no sólo. Son las que también hicieron la guerra con un fusil o pilotando un avión, conduciendo un tanque o intentando sanar cuerpos mutilados. Sevetlana Alexiévich realizó las entrevistas a estas mujeres entre 1980 y 1982 y se encontró con la censura. “La carpeta más interesante es en la que incluí los episodios que eliminó la censura. En ella también están escritas mis conversaciones con el censor. Y encontré las páginas que decidió borrar yo misma. Mi autocensura, mi propio veto”. -¿Qué pretende?- Le preguntó su censor. –Busco la verdad-, respondió ella. Pero esto es tan sólo un aperitivo de la conversación.

Bendita libertad de la que podemos disfrutar hoy al leer sus páginas, aunque el texto fuese rechazado durante más de dos años por las editoriales. Gracias a libros como este, a reconocimientos por el conocimiento, al trabajo y el esfuerzo visible, el reconocimiento de muchas mujeres, miles, llega. El reconocimiento es tardío. El ímpetu por hacerlo presente en vida es el gran reto y verdadero desafío. Pero un reto y un desafío de hombres y mujeres.

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