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De Cerca

Publicado en El País el 14 de octubre de 2024

Quedan 22 días para saber si Kamala Harris se convertirá o no en presidenta de Estados Unidos. Ella simboliza todo lo que Donald Trump rechaza, es el antídoto ante todo lo que él representa. Sin embargo, antes que ella, Victoria Woodhull (1872), Margarate Chase Smith (1964), Shirley Chisholm (1972), Hillary Clinton (2008 y 2016) o Elisabeth Warren (2020). Ninguna lo consiguió.

“Soy humana, los políticos somos humanos. Lo damos todo, todo el tiempo que podemos. Y entonces llega la hora”. Hace más de un año y medio, Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelanda, se expresó así públicamente para anunciar su dimisión. Estas palabras sorprendieron en un mundo colonizado por cientos de políticos sin vocación y el aumento de apoyos a la extrema derecha. Sorprendieron porque muchas personas encontramos en la gestión y en el talante de Jacinda Ardern a una nueva referente en el diminuto universo de las mujeres en política. Sorprendieron porque sus palabras llevan implícitas lo que la política vocacional en el día a día esconde: no hay héroes ni heroínas. La labor, para quien la ejerce desde el servicio público es durísima, la presión externa es inmensa, la exposición permanente, el tiempo personal casi inexistente, se necesita muchísima ayuda, especialmente psicológica, y un equipo extraordinario. Además, las políticas se encuentran con más obstáculos que los hombres, como su situación personal, la presión de sus propios partidos, el sesgo mediático, la opinión de una sociedad profundamente estereotipada y la opinión pública vertida en las redes sociales. Obstáculos comunes con independencia del país o la ideología.

Pero Ardern no ha sido la única. Si miramos hacia Europa, desde 2022 han dimitido más mujeres. Magadalena Andersson, líder del partido socialdemócrata sueco, lo hizo casi después de haber sido elegida en noviembre de 2021. No pudo sacar adelante los presupuestos y el Partido Verde dejó de apoyarla. En octubre de 2022, la coalición de derechas formó Gobierno. Fue primera ministra de Suecia aproximadamente diez meses.

Liz Truss asumió el cargo de primera ministra de Reino Unido en septiembre de 2022 y sólo durante 45 días. Ha sido la primera ministra más breve de la historia de su país. A la líder del partido conservador se le atribuye la crisis económica tras su propuesta de presupuestos: los mercados reaccionaron de manera negativa, el valor de la libra disminuyó y aumentó el gasto público. Su partido y su país desconfiaron de su liderazgo.

Nicola Sturgeon es del Partido Nacional Escocés, que aboga por la independencia de Escocia del Reino Unido. Se convirtió en primera ministra en noviembre de 2014 y ha estado en el poder más de ocho años. “Soy también un ser humano” dijo al dimitir y “creo que un nuevo líder podrá hacerlo mejor”. Su decisión era consecuencia del “deber” y del “amor”.

Élisabeth Borne, la primera ministra de Francia hasta enero de 2024, presentó su dimisión y Macron la aceptó. Pero no deja latir la sensación de que las últimas crisis de gobierno antes de las elecciones francesas, la reforma migratoria bien vista por la extrema derecha y el deseo de Macron de abrir un tiempo nuevo para el Elíseo fueran los motivos más sinceros para dejar de contar con ella. Borne estuvo en el cargo poco más de un año y siete meses.

La presencia de políticas en la primera línea aumenta, pero no debería dejar de sorprender que hayan dimitido tantas en tan poco tiempo. Todas ellas se han enfrentado a desafíos significativos encadenados durante su cargo, han llegado a cuestionar incluso su propio liderazgo, han llegado al poder para abordar decisiones drásticas en sus países (malditos acantilados de cristal), en sus declaraciones se aborda el carácter humanista y, en general, además, han permanecido en el poder menos tiempo que sus compañeros.

¿Y los hombres? Sí, también dimiten. Como Shinzo Abe (Japón, 2020), como Malcolm Turnbull (Australia, 2018), como Pedro Pablo Kuczynski (Perú, 2018), como David Cameron (Reino Unido, 2016) o como Matteo Renzi (Italia, 2016). Pero para comparar estas dimisiones con las últimas de las líderes europeas tenemos que ampliar el mapa geográfico, el espacio temporal y reconocer que las causas de sus dimisiones son muy distintas.

El año pasado, la ONU nos seguía alertando: sólo el 11% de los países del mundo tiene Jefas de Estado. De hecho, su secretario general, António Guterres, se disculpó el pasado 24 de septiembre en la semana dorada de Nueva York porque ni el 10% de las oradoras del debate fueron mujeres. Parece que aún no estamos a la altura del androcentrismo. Parece que se nos olvida que un mundo compuesto por el 51% de mujeres, amenazado por las guerras y el auge de la extrema derecha, no puede carecer de mujeres líderes a nivel nacional e internacional. Por eso, medidas como la alternancia de género que propuso el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez seguirán siendo necesarias. ¿Qué nos jugamos? La democracia misma.   

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