De Cerca
Fotografía de guerra
Los motivos por los que surge una guerra son diversos, dependiendo de las diferencias políticas que mueven a los protagonistas a actuar en un territorio a través del uso de la fuerza y de las armas. Una guerra, por naturaleza en nuestro mundo, es noticia. No obstante, surge una duda: ¿es ético fotografiar el lugar y el momento en el que transcurre la guerra y las consecuencias humanas y materiales arrasadas tras su paso? Dos siglos. Esta pregunta lleva sin contestar dos siglos.
James Natchwey es fotógrafo de guerra y ganador del World Press Photo. Nació en 1948 y comenzó a trabajar como fotoperiodista en 1981. A pesar de las dificultades y de las enfermedades, que en su cuerpo son ya huellas imborrables, lleva toda una vida entregado a transmitir la realidad y denunciar las injusticias a través de su objetivo, de sus fotografías. En su rostro serio y apagado, un sentimiento: el horror vivido en cada una de las guerras presenciadas.
Muchos fotógrafos y periodistas trabajan como corresponsales por distintos motivos e intereses. Aún así, yo ensalzo la labor de estas personas. Psicológicamente hay que estar preparado para transmitir todo lo que el objetivo de sus cámaras capta en estos lugares. Hay que estar preparado para exponerse al peligro y al riesgo. En definitiva, por ser capaces de traernos la verdad y no perder la cordura. Para no caer en la locura.
La única manera de justificar mi papel es respetando a aquellos que sufren. La medida en la que lo logro, es la medida en la que se me acepta, y en la que yo mismo puedo aceptarme».
JAMES NATCHWEY
Fotógrafo de guerra
7 comentarios
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Entre los periodistas, como entre todos los profesionales, habrá de todo: el que esté dispuesto en vender su alma al diablo a cambio del éxito y el que esté dispuesto a preservar su conciencia antes nada. Desgraciadamente el éxito es más visible. Lo que a mi no me entra en la mollera es que haya quien se coloque a filmar o fotografiar entre dos fuegos, pretenda que sigan disparando y encima exige que tenga cuidado por su integridad.
Un abrazo.
Álvaro
Desconocía la historia de Kevin Carter y tras profundizar en Google, he quedado impresionado. Todo tiene un límite, cierto. Ahora bien, poner un límite no soluciona las cosas. Muy al contrario, puede acarrear nuevos problemas. Tras superar el problema de una situación sin límite, un nuevo problema se nos echa encima: fijar el límite.
Domingo
Ahora que sacas el tema de la ética en la fotografía, querida Ángela, me viene a la cabeza el caso de Kevin Carter, aquel fotógrafo que conmocionó al mundo entero al fotografiar a una niña africana moribunda a la que no prestó ayuda en ningún momento. Todos tenéis la fotografía en mente, con ese buitre de mal agüero esperando el desfallecimiento de su frágil y pequeña presa. Carter fotografió aquello con la frialdad con la que un oficinista ficha cada mañana en su puesto de trabajo y no movió un músculo en socorrer a la pequeña, y todo por lograr «la mejor» foto. Todo por una puta foto, con perdón. Bien está que los testimonios gráficos sirvan como denuncia de realidades que de otro modo no conoceríamos, pero en la vida todo tiene sus límites y Carter debería haber ayudado a esa niña y no dejarla agonizar por espacio de 20 minutos mientras él trataba de obtener «la mejor» instantánea de su vida. Luego, a los 34 años, se suicidó presa del remordimiento. No es para menos.
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