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“Pero qué hija de puta es la vida!, pensé para mí. Estaba más sólo que nunca, más desamparado y más triste que nunca. Doce horas antes un carro de combate norteamericano había disparado un obús contra el hotel Palestina y había impactado junto a nuestra habitación, matando a mi compañero y amigo José Couso”. Con esta frase comienza el periodista Jon Sistiaga a narrar este libro. El momento más trágico de su vida como reportero de guerra. El que era redactor de la cadena de televisión Telecinco, fue a cubrir, según los medios de comunicación, la que sería la guerra mejor contada: la guerra de Irak. El operador de cámara que lo acompañaba, José Couso, murió en el hotel  Palestina, en Bagdad, lugar donde la prensa estaba alojada después de que el ejército norteamericano atacara dicho lugar. En este bestseller editado en 2004, Jon Sistiaga narra no sólo el acontecimiento de los trágicos momentos, también toda una experiencia como reportero de guerra en distintos países donde, en los conflictos, la prensa se convierte en el peor enemigo.

Tras esta colección de comas y puntos seguidos, descubrimos las distintas facetas de un periodismo que cada vez está menos protegido y valorado: el periodista se convierte en arma, “el cuarto poder”. Jon Sistiaga nos descubre tras sus palabras lo sucedido antes y durante la guerra de Irak. Pero también nos traslada a otros países para explicarnos  los distintos géneros a la hora de informar sobre un país en conflicto. Nos revela la realidad de la censura informativa y las dificultades que sobrepasan para que, el espectador, desde casa, pueda ejercer ese derecho a ser informado, ese derecho a saber lo que ocurre en otros puntos del mundo.

Periodistas de televisión, de prensa, de radio, de agencia, empotrados, operadores de cámara, fotógrafos… Todos son iguales ante los ojos de la guerra. Todos, a pesar de la competitividad existente entre los grandes negocios mediáticos, se apoyan y se ayudan en situaciones de conflicto. Son periodistas, sí, pero también compañeros y amigos.

No obstante, no todo es periodismo y censura en una guerra. Sistiaga nos explica la propaganda política que invade los países en conflicto, que invade los países donde los regímenes controlan todo poder existente. Emplean las herramientas oportunas de los medios de comunicación y, sobre todo, se aprovechan de la ignorancia de la ciudadanía para imponer el miedo religioso por antonomasia. Esta es la estrategia perfecta a seguir por este tipo de países.

La crudeza de la profesión y de la realidad invaden las páginas de este libro cuando Jon Sistiaga relata el fatídico accidente que sufrió José Couso aquel 8 de abril de 2003. Y sobre todo, las dificultades por las que tuvo que pasar para transportar el cuerpo de su compañero hasta España. Sin pelos en la lengua, expone y critica negativamente el comportamiento del Gobierno de España, liderado por José María Aznar en el mismo momento en el que ocurrieron los hechos.

Este libro detalla cómo se ejercer el periodismo en situaciones de guerra y, desgraciadamente, en ocasiones, cómo suceden hechos que nunca esperamos que ocurran: “El sargento Gibson recibió la orden de abrir fuego. Colocó una granada hueca, sin explosivo, en el disparador del cañón. (…) En el suelo, boca arriba, como un bulto deslabazado, estaba el cuerpo de José. (…) Me puse a la altura de sus ojos. Las gafas habían saltado por algún lugar de la habitación. ‘Ha sido el tanque – me dijo -, ha sido el tanque’. (…) Ya no solté su mano fría hasta que la puta máquina dejó de pitar”.

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EL número de suicidios entre los soldados estadounidenses es cada vez mayor. En 2007 fueron 115 los militares que se quitaron la vida. No obstante, en 2008 esta cifra llegó a sus máximos. Se ha confirmado que el número total de muertes voluntarias en este cuerpo de seguridad asciende a 143.  

Los factores que explican este hecho son diversos, pero los superiores aseguran que este problema se ha intensificado desde que comenzaron los despliegues masivos en Irak y Afganistán. Un 30% de los soldados en activo que se suicidaron el año pasado estaban en zona de combate en el momento de su muerte. Y para un tercio de ellos, ese combate era el primero. 

El ejército de Estados Unidos ha querido poner remedio llevando a cabo diversos programas psicológicos para ayudar a aquellos militares que tengan problemas. No obstante, el horror, la muerte y la miseria son realidades difíciles de evitar en la zona de conflicto en cuestión.  

El cuerpo de Defensa americano puede ser entrenado para afrontar las situaciones más difíciles y ejecutar las órdenes más violentas y sangrientas. Sin embargo, ningún ser humano es omiso ante la barbarie de la guerra, ante la cruda realidad cuando la vive y la sufre de cerca. 

 

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A pocos días de su salida, el presidente en funciones de los Estados Unidos, George Bush, ha concedido una entrevista a la cadena estadounidense ABC. En ella, ha reconocido que el mayor error que ha cometido en los últimos ochos años,  siendo el padre de la Casa Blanca, ha sido pensar que había armas de destrucción masiva en Irak: «El mayor arrepentimiento en toda esta presidencia consiste en el fallo de información en Irak».

“No estaba preparado para la guerra”. Así de contundente ha sido durante la entrevista. Una entrevista que se emitirá esta misma noche en el país americano. «En otras palabras, yo no hice campaña diciendo: ‘Vóteme, seré capaz de manejar un ataque’. En otras palabras, yo no preveía la guerra”. A la pregunta de ¿qué hubiese hecho si los servicios de espionaje le hubiese confirmado la inexistencia de las armas?, Bush respondió: «Es una interesante pregunta, pero es una vuelta al pasado que no puedo hacer. Es difícil para mí especular».

El número de soldados americanos fallecidos en Irak alcanza los 4.000. Pese a ello, George Bush asegura que se siente orgulloso de no haber retirado las tropas de manera anticipada. Añade, “si pones en peligro a niños, vas [a la guerra] para ganarla. La retirada hubiera comprometido mis principios». Bush desea ser recordado como el presidente que tomó decisiones con principios, “sin vender su alma a la política”.

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