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SEGUNDO debate entre Obama y Romney y muchas diferencias con respecto al primero donde Obama perdió una clara oportunidad, o donde Obama quiso dar un respiro para el remate final a su campaña.
Con cinco letras explicamos porqué ganó ayer Obama:
  1. O. Oportuno: Obama fue oportuno es muchos aspectos, sobre todo en las respuestas donde tenía claras oportunidades. Romney también, pero menos. El Presidente tuvo cintura al gesticular, al dirigirse, al mirar y al interactuar con la audiencia. Y un reloj en la mano izquierda, la que usa, la que marca el ritmo, la que dirige, dando protagonismo a un elemento fundamental: el tiempo.
  2. B. Bilateral: Fue un duelo, un debate en un formato especial con 80 preguntas del público. Sin embargo, el candidato republicano no pareció haberlo entendido bien. Hasta tres veces tuvo que ser interrumpido por la moderadora. Obama no sólo fue bilateral, no sólo sabía los frentes que tenía que cubrir con su mensaje, sino que pareció comprenderlo y sentirse cómodo. Como apunta el asesor Xavier Peytibi, a Romney también le cabe una «B» para este debate: Barítono.
  3. A. Activo: Así es. Obama fue más activo. Le gusta hablar y andar. Andar y comunicar. Comunicar y mirar. Aunque el tema le perturbe, como el caso del terrorismo y del embajador asesinado, o como el tema le sea complicado, como el extenso argumento sobre la energía.
  4. M. Mayor: Mayor no en términos de altura, sino de compostura. Obama estuvo más crecido, aunque más serio. Dominaba mejor el duelo y se encontraba más seguro en el espacio que Romney. Romney no estuvo mayor, ni tan acertado. Obama cuando quería hablar, se levantaba y se dirigía al público. Romney caminaba como si la entrepierna la tuviera escocida, como si hubiese algo que le incomodara, ¿las rayas de la corbata quizás?. Aunque para términos mayores, el país que fue protagonista: China. Esta vez no fue España. ¿El electorado clave? El femenino. ¿Los votantes olvidados? Los hispanos.
  5. A. Argumentativo: A Obama no se le olvidó mencionar a nadie de la familia, casi. Su abuela, sus hijas... Y en el remate, su abuelo. Empleó ejemplos y acudió al recurso del storytelling una y otra vez. Deja constancia de la desenvoltura en el argumento cuando se trata de responder, contestar o simplemente proyectar una idea. Romney fue más técnico en este sentido y dio algunos golpes duros cuando criticó su labor como Presidente actual en términos de empleo, política energética o defensa. Obama no se dejó llevar: si Romney lo atacó a él, él ataco a Bush.
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TAN sólo ellos y una sombra que los seguía en una noche fría en la que se confundía con el calor del amor. Seguían paseando agarrados de tal manera que uno guiase el paso del otro, al mismo compás, sin detenerse hasta un destino que los dos habían estado persiguiendo durante toda la noche entre alcohol y el devenir de los amigos.

-¿Qué ves en esa sombra? – Preguntó él

– A ti y a mi… –  Respondió ella.

– Yo veo a una pareja feliz – Dijo él convencido.

En ese momento, a ella se le escapó una sonrisa mientras seguía mirando esa sombra que los acompañaba a ese destino buscado y deseado. Y de repente, y sin esperarlo, él le preguntó – ¿quieres ser mi novia? -. Ella paró el paso, se volvió hacia él, lo besó con pasión y le susurró al oído – Sí… -.

Fidelizar, comprometerse, conseguir. Esa es la importancia del engagement cuando los políticos apuestan por la comunicación, sobre todo en Facebook, donde muchos de ellos necesitan ese “beso” para conseguir el objetivo deseado con respecto a las personas a las que se dirigen. ¿Amigos? Sí, pero de nada me sirven si sólo los tengo. Ese beso, ese nivel de involucración a raíz de la apuesta estratégica, debe conseguirse. De ello bien nos habla Xavier Peytibi. Sin embargo, no es lo mismo que un chico salga con muchas chicas – o que una chica salga con muchos chicos – a la vez, si el objetivo que se persigue es otro. Amigos, sí, pero a ver de qué manera. Este engagement en Facebook lo vimos en la campaña del 20N donde la diferencia la marcó Alfredo Pérez Rubalcaba, frente a los datos que obtuvo Mariano Rajoy.

El camino que cabría recorrer es el que se dirige hacia la petición de ese noviazgo con esos “amigos” que han decidido seguirte porque eres partido o político. Una vez más, recordar que el síndrome Roberto Carlos no gana elecciones, porque tener un millón de amigos no significa tener un millón de votos. Pero hemos de encontrar la manera de adecuar los contenidos y la estrategia de nuestra comunicación para que para esos amigos les resultes relevante, interesante y generen conversación. Ese será el momento en el que, al pedirles “noviazgo” os responderán con un beso.

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POR la mañana, me sorprendió un mensaje en el teléfono comunicándome que aparecía en el artículo de Antoni Gutiérrez-Rubí en El País. Y he de asegurar que he sonreído porque ese cartel de consultores merece mi total admiración y el estar compartiendo párrafo es todo un privilegio. Pero he sonreído por algo más: al menos hay una mujer entre tanto sabio…

 

Los (y las) spin doctors

Por Antoni Gutiérrez-Rubí

Muchas veces me han preguntado en qué consiste mi trabajo de asesor de comunicación política. Y aunque, como decía Aldous Huxley, “nunca es igual saber la verdad por uno mismo que tener que escucharla por otro”, lo cierto es que nuestra labor consiste en decir algunas cosas que no son siempre agradables, no ceder a las adulaciones y esforzarnos en capacitar a los representantes públicos para ser más eficaces en su acción persuasiva y comunicativa. Los spin doctors son una figura del metier de la política que todos los partidos utilizan. Entre sus tareas está aconsejar (dando respuestas a las dudas), animar (en periodos de dificultades se deben dar ideas y ánimos), analizar (dando soluciones a los políticos en su día a día), pensar (reflexionar sobre la mejor estrategia a seguir) y negociar (buscar lo mejor para el político/la política en cualquier escenario).

No hacemos política, pero intentamos que sea mejor valorada y percibida, aunque por el resultado de la valoración que tiene en estos momentos para los ciudadanos, queda claro que hay algo que no funciona. Todos debemos hacer autocrítica. Lo saben bien dos grandes asesores como son Pedro Arriola y Nacho Varela. El primero ha guiado, con paso demoscópico, a Mariano Rajoy durante estos años. Buen conocedor de las dinámicas sociológicas de fondo, ha marcado el ritmo estratégico de la oposición y ha suavizado al candidato en el tramo final. Varela, un histórico de las campañas del PSOE, se ciñe a las encuestas y a los focus group como los datos más solventes y certeros para evaluar la conexión con la ciudadanía. Los dos han estado en el núcleo más íntimo de los candidatos en el reciente debate electoral.

Cada asesor tiene su propio enfoque, su sello profesional. Existe una gran oferta de estilos. La lista es interminable (y pido disculpas por no citar a todos los que se lo merecen) pero no se puede hablar de comunicación política sin citar a los que abrieron el camino como José Luis Sanchís, al que han seguido expertos como Daniel Ureña, Luis Arroyo, Antonio Sola, por poner algunos ejemplos, a los que hay que añadir una nueva generación de valores extraordinarios como Pau Canaleta, Albert Medrán, Yuri Morejón, Ángela Paloma Martín, Ignacio Martín Granados, Rafa Rubio o Xavier Peytibi, entre otros. La mayoría trabajan en todo el mundo, muestra de la vitalidad y calidad de la profesionalidad de nuestro país en materia de comunicación. Otros expertos de acción política en Internet como César Calderón o Nacho Campos -junto a extraordinarios analistas de la actividad política digital en la blogosfera, en las redes sociales o en las instituciones– completan un panorama muy potente y solvente. La comunicación política está más profesionalizada que nunca en España y proliferan los congresos y seminarios sobre la profesión así como asociaciones que nos representan.

Los spin doctors tienen un origen antiguo. Desde que existen líderes existen consejeros. Pero es a partir de la presidencia de Richard Nixon en 1968 que éstos se profesionalizan. En ese período, como indica Christian Salmon, la multiplicación de los medios de comunicación, el crecimiento del número de periodistas acreditados y la internacionalización de la cobertura mediática erosionaron la relación íntima entre el poder y la prensa. La televisión abrió un acceso directo al público gracias a los avances tecnológicos (satélites de comunicaciones), aumentando el acceso a la información inmediata para todo el país. Al mismo tiempo, la presidencia Nixon veía como las injerencias de la prensa organizaban pequeños “incendios” diarios que minaban la buena prensa del presidente.

Es por ello que Richard Nixon creó la White House Office of Communications, que ha pervivido hasta la actualidad, y se rodeó de una nube de asesores de comunicación (entre ellos William Safire y David Gergen), para intentar esquivar un poco a la prensa de Washington y, con sus mensajes a través de la televisión, intentar llegar directamente a los ciudadanos estadounidenses. Su objetivo era controlar la agenda y evitar que lo hiciera la prensa. Posteriores presidentes norteamericanos -especialmente Ronald Reagan– llenaron el Ala Oeste de la Casa Blanca de spin doctors, y allí siguen, con diferentes nombres y especialidades. Y son objeto de ficción y de series de televisión de éxito rotundo.

Pero si se quiere ser realmente moderno, hay que leer a los clásicos, como decía el poeta Josep Vicenç Foix. Y el primer gran asesor político, y de comunicación, fue Quinto Tulio Cicerón, hermano pequeño de Marco Tulio Cicerón que en el año 64 a.C. inicio la campaña para el consulado romano asesorado por su hermano.

Dos mil años después, las recomendaciones recogidas en el “Breviario de campaña electoral” siguen siendo extraordinariamente actuales: “Aunque estás dotado de todo lo que los hombres pueden adquirir con el talento, la experiencia o la dedicación, no obstante, por el afecto que nos une, he juzgado conveniente explicarte por escrito lo que, día y noche, acudía a mi mente cuando pensaba en tu candidatura. No es mi intención que aprendas nada nuevo de ello, aunque sí quiero presentarte con orden, método y unidad, algunas ideas que, de hecho parecen desligadas e indefinidas. Por mucha fuerza que tengan por sí mismas las cualidades naturales de un hombre, creo que, en un asunto de tan pocos meses, las apariencias pueden superar incluso esas cualidades”. Así empieza Quinto su “Commentariolum petitionis”.

Y Marco obtuvo la unanimidad de las centurias y el cargo al que optaba. Fue una gran victoria.

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