De Cerca
Realidad paralela
Publicado en Sesión de Control el 19 de marzo de 2013
Los políticos españoles se escudan en una realidad inventada para evitar tener que enfrentarse públicamente a los problemas del país.
El gran secreto de la comunicación es saber escuchar. Así es. Revelador. Sencillamente saber escuchar. Sin embargo, tenemos una gran crisis, como apuntó una vez Mayor Zaragoza: “la crisis sigue siendo una crisis de escucha”. No es tan fácil saber escuchar. Y mucho menos entender lo que se escucha. Muchas veces pasa que, cuando que no se entiende lo que se escucha, es porque no se quiere entender. ¿Triste verdad? Pues eso es lo que se está viviendo.
Éxitos que no lo son
El pasado discurso de Mariano Rajoy en el Debate del estado de la Nación es un ejemplo de realidad paralela. Empezó dando el dato del paro, y ahí acertó. Pero no acertó en el resto de la situación laboral por la que pasan cientos y cientos de personas en nuestro país. Salió reforzado en las formas de ese debate, es verdad, pero no en el fondo. La reforma laboral, de momento, no es un éxito. Y hay que reconocerlo. ¿Tanto cuesta? Por lo tanto, no puede ser ajeno a lo que ocurre en la realidad de nuestro país. Y sin embargo, nos hacen creer lo que ellos quieren hacernos creer. Esa no es la realidad que vive España. Y el toma y daca después con Rubalcaba en ese mismo debate, tampoco es lo que necesita la ciudadanía. Ese discurso ya no vale. Del y tú más, hay que olvidarse. Pero ya. La realidad es muy distinta. Si los políticos se olvidan de cómo hay que comunicar, es porque se olvidaron de escuchar a la gente.
Que no y que no, y en diferido
El pasado febrero, Ana Mato reiteró una y otra vez que no pensaba dimitir ni por lo que hiciera su ex marido antaño ni por los recortes en Sanidad en 7.000 millones de euros. Senadores reclamaban su dimisión una y otra vez. Y ella hablaba de descalificaciones personales. ¿No es una descalificación olvidarse de las mareas blancas que se convierten en tsunamis? ¿Por qué se empecinan en emitir discursos en la cámara aludiendo a los sacrificios de la sociedad y la comprensión de ésta por sus políticas? ¿Es que acaso quiere la sociedad estar sacrificada? La gente no entiende por qué hay que sacrificarse para privatizar servicios. Y tampoco quiere bailar a ritmo de Aretha Franklin para que los escuchen. Quiénes niegan la cruda realidad es porque viven en una ajena a la que vive España.
María Dolores de Cospedal se enrocó el pasado mes de febrero también al afirmar que el finiquito de Bárcenas era una “simulación en diferido”. Nadie entendió dichas declaraciones y nadie entendía nada de nada cuando explicaba la simulación y el diferido. Pero tampoco se entendía nada cuando explicó la relación de Bárcenas con el PP a lo largo de estos últimos meses. ¿Es tan difícil explicar la situación de un trabajador? En este caso sí. Mucho. A Cospedal le ha tocado librar una batalla dura, le ha tocado bailar sola en el mismo momento en el que la música ha dejado de sonar. Una situación nada fácil. Pero no se pueden defender finiquitos en diferido en un país en el que no existen.
Comunicación, no propaganda
Las declaraciones que se están escuchando, y las ruedas de prensa sin preguntas de las que se está siendo testigo, son una muestra más de las carencias de comunicación y de la falta de intención que se tiene a la hora de escuchar a los ciudadanos. Para negar lo evidente hay que valer, sin duda alguna. Pero para representar a los ciudadanos con honestidad también hay que valer. ¿Están preparados nuestros políticos? Goebbels hizo un ejercicio exagerado de propaganda al divinizar a Hitler, al promover el odio al comunismo, a los judíos… y a cuantas cosas que se le pudieran pasar por delante. Creó una realidad paralela que daba miedo. Muchas declaraciones que escuchamos día tras día, y que son una clara película de ficción en la realidad en que vivimos, pasa por pura propaganda política. Por mucho que se niegue lo evidente, no van a convencer a una sociedad cada vez más informada. Este camino sólo lleva a engordar al monstruo de la desafección política.
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