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Publicado en El Telégrafo de Ecuador el 21 de enero de 2016

Es verdad. En España tenemos un Congreso más cercano a la sociedad y, por primera vez en la historia, un mayor porcentaje de mujeres en el Parlamento (138 diputadas de 350 escaños). Pero también tenemos un Congreso con más espectáculo mediático, más preocupado por las formas que por el fondo. En España pasa de todo y, al mismo tiempo no pasada nada. Y eso es lo peor que puede pasar, que no pase nada, o al menos que se tenga la sensación de que no sucede nada después de las elecciones, o no con los resultados que se esperan. El pasado 20 de diciembre los españoles votaron la España que querían, una España plural y diversa, sensible a los aconteceres de una realidad defendida por unos, dibujada con tintes de superficialidad por otros más ajenos al grito reivindicativo de las calles.

Durante una larga conversación compartida con una colega de profesión, ella insistía en que no se podía hablar de “gente” para referirse al electorado al que se dirigía cada candidato, y razón no le falta cuando no se puede negar lo que es obvio y evidente, aunque sea insospechable para otros. Partido Popular, PSOE, Podemos, Ciudadanos, Izquierda Unida y un olvidado UPyD han comunicado de manera estratégica a sectores concretos de población, a su “gente”, en función de las posibilidades de movilización de su electorado, pero también dentro de las posibilidades de desmovilización, y subrayo esto último por la importancia de su determinación.

Después de la cita colectiva y de la aceptación de los resultados, empezaba el baile de la negociación. Un Parlamento multicolor daba paso a la esperanza, esa era la realidad, al menos en una noche electoral eufórica donde quien ganó realmente fue el impulso de un diálogo colectivo, el que los ciudadanos exigíamos de manera exultante a los que se repartían la representación. Pero todos sabemos que una negociación sin diálogo, para llegar a pactos que defiendan intereses comunes, no puede ser viable. Mucho menos cuando se deja entrever que los intereses no son comunes sino propios. Mariano Rajoy cuenta ovejas mientras coge el sueño en las noches como si contara los días que le puedan quedar en la Moncloa. Aunque quiere formar Gobierno lanzando ofertas al PSOE, será imposible con la negación persistente de los socialistas. Menos aún con otros modelos si cada partido político sigue defendiendo lo prometido en campaña electoral.

Como Podemos, que tras seguir persistente en tener cuatros grupos parlamentarios -con Comú Podem (la lista unificada de Cataluña), Compromís-Podemos (Comunidad Valenciana) más En Marea (Galicia)-, por fin ha desistido y presentará un único grupo confederal. La negación por parte del resto no era un capricho, era antirreglamentario según el artículo 23 del Reglamento. Porque Cuatro grupos, y según dice Luis Díez para Cuarto Poder, “en términos económicos superaría al PP en subvenciones. El Congreso destina 9,3 millones de euros de los 84 que tiene de presupuesto al financiar la actividad de los grupos”. ¿Superar al Partido Popular en subvenciones no sería casta?

La visibilidad de las diferencias internas del PSOE se ha visto como un símbolo de debilidad, sobre todo debido a la interlocución a deshora de unos barones que “prefieren la obediencia –de Pedro Sánchez- al debate –colectivo entre las fuerzas”, como escribía Carlos Fuentes en La silla del águila; más preocupados en su silla de águila que en trabajar los argumentos que unen a la izquierda que, por cierto, son más que los argumentos que los separa. A todo esto, Ciudadanos juega su papel bisagra y de diálogo permanente después de conseguir un resultado por debajo de lo previsible.

Según Metroscopia, el 61% de los españoles quiere que los partidos pacten. De no conseguirse, habría nuevas elecciones. Sí, se espera más diálogo y más consenso, pero para España, no para los intereses de los partidos políticos aprovechando la coyuntura electoral. Todos sabemos cuál es el juego político, pero al menos se espera más honestidad y menos trampas.

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Publicado en El Telégrafo de Ecuador el 5 de enero de 2016

“En todo el mundo fueron necesarias miles de mujeres sufragistas para conseguir el voto femenino. En España lo consiguió una sola mujer desde la tribuna de un parlamento”. Así fue. Con estas palabras termina una película cuyo título lleva implícito el nombre de esa mujer: Clara Campoamor, la mujer olvidada. Una película que recrea lo que ella misma definió como “su pecado mortal”: el voto femenino. Y, cuando lo consiguió en 1931 bajo el sol de la Segunda República Española, decía que aún le quedaban muchas cosas por las que luchar, muchos derechos de las mujeres aun por defender, como el reconocimiento y la igualdad de derechos de los hijos concebidos fuera del matrimonio, el divorcio, el alfabetismo… “Las sufragistas” es otra película del recién terminado 2015 que muestra el movimiento sufragista en vísperas de la Primera Guerra Mundial en Inglaterra (1914-1918). Una película, en palabras de Javier Ocaña en El País, “que nos escupe a la cara la vergüenza. Con rabia, con delicadeza, con elegancia, con justicia, con verdad, con pasión”.

Y es que, a través del cine y la cultura, en los últimos años, se está intentando cada vez más visibilizar el papel de la mujer en la vida pública y su participación política a nivel internacional. Justo en un momento donde, también, y cada vez más, se demuestra que las mujeres llegan a participar políticamente pero donde su papel sigue teniendo tintes irrelevantes o de menor importancia que los hombres. Según publican Andrés Santana, Xavier Coller y Susana Aguilar después de una investigación sobre las parlamentarias regionales en España, “distintos estudios coinciden en señalar que, aunque las representantes llegan a un número creciente al legislativo, no desempeñan un papel relevante en las cámaras”.

Puede interpretarse de la “ley de desproporción creciente” de Robert Putman, mencionada por Santana, Coller y Aguilar, que “los grupos menos favorecidos de una sociedad están tanto más infrarrepresentados cuanto mayor es la valoración social, el prestigio o el poder que confiere una determinada posición”. En Latinoamérica, también es normal ya el aumento de mujeres en puestos de dirección y en cargos políticos pero… ¿son todas las que están? O ¿están todas las que deberían? Importantes preguntas para mostrar que, a pesar de la Ley de igualdad aprobada en España en 2007 es ahora, tras las elecciones del pasado 20 de Diciembre, cuando se ha conseguido el mayor porcentaje de mujeres en el Parlamento español. De 350 escaños, 138 serán ocupados por mujeres.

La educación es el primer paso para la igualdad, y para la igualdad de oportunidades. Educar para la igualdad. Educar en igualdad. Porque el talento no tiene género, como diría May Ferreira, como tampoco entiende de género la inteligencia, el esfuerzo o la pasión. Existe una gran apuesta por la igualdad legal a nivel internacional, pero la lucha incansable siempre estará en conseguir la igualdad efectiva para saltar todas los obstáculos con los que se topan las mujeres: violencia machista, participación efectiva en la esfera pública, inferioridad salarial… Y la respuesta está y estará siempre en la búsqueda de soluciones que vayan más allá de tapar parches momentáneos para acallar a unos pocos.

A través del cine y la cultura se intenta traspasar fronteras sin ningún tipo de límite para llegar a más personas con el fin de mostrar y concienciar para hacernos pensar en un momento que fue, es y será. Porque el futuro es y será con las mujeres. “Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución”, dijo Malala Yousafzai, como la educación también es libertad. Libertad de ser, libertad de pensar y decidir qué ser y hasta dónde se quiere llegar.

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Publicado en BEZ el 28 de Diciembre de 2015

 

A pesar de que la Ley de Igualdad de aprobó en 2007 en España, es en esta legislatura cuando se ha conseguido el mayor porcentaje de mujeres en el Parlamento español, puesto que habrá un total de 138 diputadas, es decir, un 39,42%. Nunca antes se había conseguido este dato. Y aunque no se acerque a la igualdad, sí se acerca a la paridad que perfila una proporción de 60/40 para cualquiera de los sexos. Esta información es un paso, y motivo de alegría. Pero aún insuficiente. ¿Por qué? Porque aún son muchas las barreras que hay que saltar frente a los problemas que atañen a las mujeres y no son sólo de igualdad, sino también de derechos y oportunidades.

Los titulares de los medios de comunicación torturan nuestra vista para despertar nuestras conciencias un día sí y otro también. Y con razón. “Ser mujer, un riesgo mortal para muchas latinoamericanas” y La inclusión de las mujeres, una batalla pendiente (El País), “¿Qué partido presenta las listas más paritarias para las elecciones generales?” (eldiario.es), “¿Por qué han matado a cinco mujeres en cinco días?” (El Mundo), “El Gobierno cuenta 12 asesinadas por violencia machista menos que la Fiscalía” (BEZ.es), “La diferencia salarial entre hombres y mujeres en España supera la media europea” (El Confidencial). Y así sucesivamente. Pero… ¿Mostrarlo cada día es suficiente? No, evidentemente no. Son muchos los problemas que nos rodean, que nos persiguen, incluso acabando con nuestras vidas. Aún son muchos los problemas relacionados con igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el mundo. Y al igual que los medios de comunicación llenan de portadas mostrando los problemas como noticias, al resto de personas que están en puestos de decisión se les llena la boca de intenciones que nunca parece que se materialicen en compromisos.

Más acción para el cambio colectivo

En pleno siglo XXI siguen existiendo obstáculos que dificultan el liderazgo de las mujeres en política, a pesar de que la evolución de la sociedad y la transformación de la familia requieren de un estilo de liderazgo más femenino, como afirma la investigadora Susana Pulido. Obstáculos como el querer y no poder acceder a puestos de liderazgo y toma de decisión, problemas de crítica y soledad de la mujer cuando ya está en cargos políticos, y el “problema que supone para las demás mujeres, el hecho de que la mujer que llega a situación de liderazgo se olvide de llevar a cabo políticas y estrategias de igualdad de género”, sentencia Pulido.

Pero, el romper con esos obstáculos depende de todos y también de nosotras mismas. El momento actual que vivimos de crítica unitaria y de frustración colectiva, demanda de más diálogo, de nuevas y más relaciones con personas y entre personas, de optimizar la gestión del tiempo y trabajar más de manera conjunta. Esto que demanda el momento actual social y político no podría hacerse sin las mujeres puesto que las mujeres poseen estas capacidades de manera innata. Y esas capacidades innatas que poseemos las mujeres son, según la bióloga Helen Fisher, habilidad verbal, capacidad para interpretar posturas, gestos, expresiones faciales y otros signos no verbales, sensibilidad emocional, empatía, excelente sentido del tacto, del olfato y del oído, paciencia, capacidad para pensar y hacer varias cosas simultáneas, una amplia visión contextual de las cosas (…), talento para crear redes de contacto y para negociar (…), preferencia para cooperar, llegar a consensos y liderar sirviéndose de equipos igualitarios.

El futuro será con nosotras o no será. Pero uno de los pasos más importantes que hay que dar es ganar presencia política para tener la posibilidad de hacer más cosas que impliquen más cambios sociales. La primera acción es “estar” porque es necesario y pertinente no porque el cargo que se representa, se represente porque es “lo que toca”. Y hay que decir “no” a tiempo cuando son los hombres los que ofrecen cargos para que hagamos las mujeres lo que ellos deciden. Hay que aprovechar las oportunidades, no ser oportunistas engañándonos a nosotras mismas, porque entonces alimentaríamos la bestia de la desigualdad. El victimismo no nos ayuda y, además, no lo necesitamos. Por otro lado, hay que olvidar los prejuicios y afrontar el riesgo como una oportunidad para el éxito, romper el techo de cristal y denunciar las críticas –muchas veces injustas- que recibimos cuando se tiene poder. Cuanta más participación, más acción política. Cuanta más acción política, más oportunidades para la humanidad.

Educación para la igualdad

El talento no tiene género, que diría May Ferreira. Tampoco la inteligencia. Es por eso que deberíamos hacernos muchas preguntas acerca de leyes y medidas que tomamos para que las mujeres sean más, pero que no implica necesariamente una mejor democracia o una mejor calidad democrática, como por ejemplo… ¿serían machistas las cuotas? Según publican Andrés Santana, Xavier Coller y Susana Aguilar después de una investigación sobre las parlamentarias regionales en España, “distintos estudios coinciden en señalar que, aunque las representantes llegan a un número creciente al legislativo, no desempeñan un papel relevante en las cámaras”. Y este es el principal punto que hay que cambiar. Cuando se llega al poder, no se trata de que lleguen más mujeres para contentar al electorado o incluso para contentar a los hombres del partido político. Se trata de llegar para hacer más política y más política representativa. Puede interpretarse de la “ley de desproporción creciente” de Robert Putman, mencionada por Santana, Coller y Aguilar, que “los grupos menos favorecidos de una sociedad están tanto más infrarrepresentados cuanto mayor es la valoración social, el prestigio o el poder que confiere una determinada posición”. En la política y en el sector privado se refleja día tras día una infrarrepresentación social.

La educación es el primer paso para la igualdad, y para la igualdad de oportunidades. Educar para la igualdad. Educar en igualdad. No, el talento no tiene género, ni la inteligencia, ni el esfuerzo, ni la reflexión, ni la capacidad. Los colegios y la infancia son el primer punto de arranque para educar en valores no sexistas, empezando por el lenguaje. No hay colores de niños o de niñas, tampoco deportes de niños o de niñas, como no hay cargos políticos de hombres o mujeres. Hacemos lo que nos gusta, lo que nos hace felices y se potencian habilidades y competencias en función de lo que mejor se sabe hacer. Analizar estudios nos lleva a pensar que, desde la infancia, hay que trabajar más por desarrollar y potenciar habilidades innatas, sobre todo de las mujeres, que permitan hacer más cuando se llega a posiciones de influencia. No podemos permitir escuchar más veces que “las mujeres, con mayor frecuencia que los hombres, desarrollamos actividades políticamente poco relevantes”. Porque las mujeres han hecho mucho, pero… ¿se visibiliza? Hoy las TiCs son, además, una oportunidad para el empoderamiento y la visibilidad de las acciones de las mujeres por la sociedad, por causas que son justas para avanzar de manera colectiva. Si no se lucha por estar y permanecer cuando se está en puestos de influencia, no dará tiempo a implementar acciones a largo plazo que eviten problemas que se siguen arrastrando, como la desigualdad salarial o la violencia machista.

“Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución”, dijo Malala Yousafzai, como la educación también es libertad. Libertad de ser, libertad de pensar y decidir qué ser y hasta dónde se quiere llegar.

 

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